Eva Perón en el Alcázar junto al alcalde, saluda a los niños Naranjito y Narcis. Fototeca Municipal. Archivo Serrano |
Evita visitó Sevilla el lunes 16 de junio
de 1947. Según cuentan las crónicas de la época, la ciudad se volcó con la
mujer de Perón de forma multitudinaria. «Evita correspondió cal calor del
pueblo de Sevilla con muestras de cariño y solidaridad», narraba el ABC de
Sevilla en sus crónicas.
Horas antes de que el avión Iberia de la
primera dama aterrizase en el aeropuerto de Tablada ya se agolpaban los coches.
Los sevillanos se contaron por miles durante toda la comitiva, que condujo a
Evita, que vestía un traje grana rateado, obrero negro y zapatos y bolsos del
mismo color.
Su llegada a la Base Aérea de Tablada, a
las ocho de la tarde del día 16 de junio, donde fue recibida por los capitanes
generales de la II Región de Tierra y Aire, Ricardo de Rada Peral y Salvador
Díaz de Lecea; el alcalde, duque de Alcalá y de Medinaceli, y otras autoridades.
Himnos, salvas, desfiles militares y
aplausos aparte. Bandas militares de música interpretaban piezas populares,
marchas como “Los Voluntarios” y “El sitio de Zaragoza”, ambas del maestro
sevillano Jerónimo Jiménez, y los himnos de España y Argentina cuando la
comitiva oficial llegó a las puertas del Ayuntamiento. Al paso de la comitiva,
además de vivas y oles, se oyeron las sirenas de los buques atracados en el
puerto. Desde Tablada a la plaza Nueva,
centenares de banderas y grímpolas con los colores argentino y español. Evita se dirigió al hotel Alfonso XIII, donde
se hospedaba. Apenas media hora y un cambio de vestuario después, la primera
dama argentina pasaba revista a las puertas del Ayuntamiento a los militares
que le rendían honores.
«Pueblo de Sevilla, agradezco
profundamente el cariñoso recibimiento que me habéis tributado. Yo lo
trasladaré al presidente Perón, que en estas horas críticas del mundo, trabaja
por la paz y el bienestar de los pueblos», improvisó Evita en su discurso
pronunciado en el salón Colón, adornado con sus mejores galas. Puesto el punto
y final a las declaraciones, los presentes en la plaza Nueva pudieron disfrutar
de un castillo de fuegos artificiales, «que constituyó unas de las notas
sobresalientes de la jornada», según narran las crónicas.
Después de la cena de gala en el Pabellón
Mudéjar, la visitante y sus acompañantes se trasladaron al Barrio de San Cruz,
para finalizar en el Real Alcázar con una buñolada. Fue entonces cuando el
alcalde ofreció a Eva Perón una enorme tarta encendida, con la sorpresa de que
dentro estaban los jovencísimos artistas Naranjito y Narcis, que salieron al
exterior cantando y bailando.
Al día siguiente, martes 17, la primera
dama argentina comenzó por visitar a la Virgen de los Reyes en su capilla
catedralicia, para continuar hasta la iglesia de San Gil, y puede afirmarse que
los macarenos se lanzaron a las calles de sus barrio para aclamarla y
piropearla, las imágenes fueron expuestas en besamanos extraordinario, y
numerosas muchachas vestidas de mantillas adornaron los actos protocolarios.
«Evita se postró ante la venerada imagen
y, tras orar unos minutos, prestó juramento de hermana», relata ABC. Desde ese momento, la esposa de
Perón ostenta el título de camarera de honor. Como correspondencia, la primera
dama obsequió a la hermandad con un donativo de 30.000 pesetas para sufragar el
mantenimiento de la basílica, que se encontraba en obras.
Por la tarde de ese día 17, María Eva
Duarte de Perón asistió a un acto sindical en La Rinconada, y luego visitó la
Real Fábrica de Tabacos, donde fue recibida por un grupo de cigarreras
ataviadas con mantones de Manila. Por la noche, cena de gala en Capitanía
General y posteriormente se trasladó al barrio de Santa Cruz donde visitó con
detenimiento las plazas de Santa Marta y Doña Elvira, cuyas bellezas admiró,
dedicándole sinceros elogios, según la crónica del diario ABC.
Terminada la visita al barrio de Santa
Cruz la señora de Perón se dirigió al Alcázar donde en el salón de Carlos V,
magníficamente engalanado, se celebró una fiesta flamenca, sirviéndose a
continuación una cena fría. Fue entonces cuando el alcalde ofreció a Eva Perón
una enorme tarta encendida, con la sorpresa de que dentro estaban los
jovencísimos artistas Naranjito y Narcis, que salieron al exterior cantando y
bailando.
Años después de su visita a Sevilla, la
primera dama argentina, ya muy enferma, expresó su satisfacción por la visita
que hizo a España en 1947, y muy especialmente recordó a nuestra ciudad. Tenía
expuestos en una sala del palacio presidencial los ocho regalos con que fue
obsequiada por las autoridades sevillanas.
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