jueves, 18 de junio de 2015

Visita de Eva Perón a Sevilla


Eva Perón en el Alcázar junto al alcalde, saluda a los niños Naranjito y Narcis. Fototeca Municipal. Archivo Serrano
Evita visitó Sevilla el lunes 16 de junio de 1947. Según cuentan las crónicas de la época, la ciudad se volcó con la mujer de Perón de forma multitudinaria. «Evita correspondió cal calor del pueblo de Sevilla con muestras de cariño y solidaridad», narraba el ABC de Sevilla en sus crónicas.

Horas antes de que el avión Iberia de la primera dama aterrizase en el aeropuerto de Tablada ya se agolpaban los coches. Los sevillanos se contaron por miles durante toda la comitiva, que condujo a Evita, que vestía un traje grana rateado, obrero negro y zapatos y bolsos del mismo color.

Su llegada a la Base Aérea de Tablada, a las ocho de la tarde del día 16 de junio, donde fue recibida por los capitanes generales de la II Región de Tierra y Aire, Ricardo de Rada Peral y Salvador Díaz de Lecea; el alcalde, duque de Alcalá y de Medinaceli, y otras autoridades.

Himnos, salvas, desfiles militares y aplausos aparte. Bandas militares de música interpretaban piezas populares, marchas como “Los Voluntarios” y “El sitio de Zaragoza”, ambas del maestro sevillano Jerónimo Jiménez, y los himnos de España y Argentina cuando la comitiva oficial llegó a las puertas del Ayuntamiento. Al paso de la comitiva, además de vivas y oles, se oyeron las sirenas de los buques atracados en el puerto.  Desde Tablada a la plaza Nueva, centenares de banderas y grímpolas con los colores argentino y español.  Evita se dirigió al hotel Alfonso XIII, donde se hospedaba. Apenas media hora y un cambio de vestuario después, la primera dama argentina pasaba revista a las puertas del Ayuntamiento a los militares que le rendían honores.

«Pueblo de Sevilla, agradezco profundamente el cariñoso recibimiento que me habéis tributado. Yo lo trasladaré al presidente Perón, que en estas horas críticas del mundo, trabaja por la paz y el bienestar de los pueblos», improvisó Evita en su discurso pronunciado en el salón Colón, adornado con sus mejores galas. Puesto el punto y final a las declaraciones, los presentes en la plaza Nueva pudieron disfrutar de un castillo de fuegos artificiales, «que constituyó unas de las notas sobresalientes de la jornada», según narran las crónicas.


Después de la cena de gala en el Pabellón Mudéjar, la visitante y sus acompañantes se trasladaron al Barrio de San Cruz, para finalizar en el Real Alcázar con una buñolada. Fue entonces cuando el alcalde ofreció a Eva Perón una enorme tarta encendida, con la sorpresa de que dentro estaban los jovencísimos artistas Naranjito y Narcis, que salieron al exterior cantando y bailando.

Al día siguiente, martes 17, la primera dama argentina comenzó por visitar a la Virgen de los Reyes en su capilla catedralicia, para continuar hasta la iglesia de San Gil, y puede afirmarse que los macarenos se lanzaron a las calles de sus barrio para aclamarla y piropearla, las imágenes fueron expuestas en besamanos extraordinario, y numerosas muchachas vestidas de mantillas adornaron los actos protocolarios.

«Evita se postró ante la venerada imagen y, tras orar unos minutos, prestó juramento de hermana», relata ABC. Desde ese momento, la esposa de Perón ostenta el título de camarera de honor. Como correspondencia, la primera dama obsequió a la hermandad con un donativo de 30.000 pesetas para sufragar el mantenimiento de la basílica, que se encontraba en obras.

Por la tarde de ese día 17, María Eva Duarte de Perón asistió a un acto sindical en La Rinconada, y luego visitó la Real Fábrica de Tabacos, donde fue recibida por un grupo de cigarreras ataviadas con mantones de Manila. Por la noche, cena de gala en Capitanía General y posteriormente se trasladó al barrio de Santa Cruz donde visitó con detenimiento las plazas de Santa Marta y Doña Elvira, cuyas bellezas admiró, dedicándole sinceros elogios, según la crónica del diario ABC.

Terminada la visita al barrio de Santa Cruz la señora de Perón se dirigió al Alcázar donde en el salón de Carlos V, magníficamente engalanado, se celebró una fiesta flamenca, sirviéndose a continuación una cena fría. Fue entonces cuando el alcalde ofreció a Eva Perón una enorme tarta encendida, con la sorpresa de que dentro estaban los jovencísimos artistas Naranjito y Narcis, que salieron al exterior cantando y bailando.

Años después de su visita a Sevilla, la primera dama argentina, ya muy enferma, expresó su satisfacción por la visita que hizo a España en 1947, y muy especialmente recordó a nuestra ciudad. Tenía expuestos en una sala del palacio presidencial los ocho regalos con que fue obsequiada por las autoridades sevillanas.

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