miércoles, 14 de octubre de 2015

El Cantón Andaluz de Sevilla


«Cantón de Sevilla reprimido por el General Pavía»
En la misma Puerta de la Carne y aledaños cayeron 300 militares gubernamentales bajo el fuego de la artillería cantonal, lo cual no impidió la ocupación de la ciudad.  El 2 de agosto de 1873 se acaba todo.

En estos tiempos revueltos en los que solo se habla de independencia y de autodeterminación, en estas crónicas, vamos a recordar lo que fue el movimiento cantonalista surgido a raíz de la I República, en nuestra ciudad.

El cantón de Sevilla, o Cantón Andaluz de Sevilla, se desarrolla en una primera fase más radical a finales de junio de 1873 y ¡dura dos días! Este primer alzamiento cantonal es protagonizado por los correligionarios del Partido Republicano de Pi y Margall y las clases trabajadoras, que inspiradas por las nuevas corrientes anarquistas bakuninistas y sobre todos de Proudhon, propugnaban el anarquismo en un contexto de República, en el sentido de res publica, o sea, de cosa pública. Todo esto casa bien con las ideas cantonales. Y es que la existencia de anarquistas en Sevilla es notable y a los andaluces nunca nos molestaron los ‘reinos’ de Taifas. Pues eso, dos días dura el cantón hasta que es disuelto por La Rosar, un gobernador civil con mala leche y con 50 soldados. Nadie le hace sombra en su paseo por Sevilla hasta que finalmente arresta a los cabecillas federalistas.

El segundo cantón, de todas maneras, llega bien pronto. La independencia de Sevilla se proclama con el Alcalde, los jefes y subalternos de los voluntarios republicanistas principalmente, nada más y nada menos que el 18 de julio en el Convento de los Terceros Franciscanos. Y es que el conocido edificio, tras la desamortización de Mendizábal, había sido transformado en cuartel. Es allí dónde se crea el Cantón Federal de Andalucía la Baja.

El Cantón andaluz de Sevilla, aceleradamente y entre otras muchas medidas, determina a través de su recién creado Comité de Salud Pública, avances sociales inusitados para la época: Para su funcionamiento se crearon las secciones de Gobierno, Guerra y Hacienda. Se acordó la secularización de los cementerios y el desestanco del tabaco para venderlo a precios populares, se decretó la jornada laboral de ocho horas, o el derecho al trabajo como derecho vital. Asimismo, se determinó la separación de sexos en el trabajo y que los conflictos laborales se resolviesen mediante el advenimiento entre ambas partes. También se creó un batallón de 800 hombres con gorras rojas y alpargatas de esparto que fueron llamados "guías de Sevilla".

El mito de la guerra que perdió Sevilla contra Utrera

Tan sólo tres días después de la segunda proclamación del cantón sevillano, un grupo de Voluntarios de Sevilla, comandados por un tal Carreró, se dirige a socorrer a los cantonalistas de Jerez contra la represión militar unionista. Se detienen en Utrera, localidad sevillana que andaba a punto de erigirse en cantón independiente en mitad de la fiebre revolucionaria que invade la baja Andalucía. Los utreranos andan al quite con los resabiados de la capital, que esperan se sumen en buen número a la lucha por la causa federalista hispalense. Utrera arma a 800 hombres para demostrar que no anda por la labor y cuando se reúnen en muy buena onda los representantes cantonales de Sevilla y Utrera, los voluntarios de la República arman la zapatiesta... Un lugareño, al invitarles a marcharse ante su reiterada "intransigencia", provoca que los impetuosos voluntarios griten vivas a la república federal y social, con el consiguiente tiroteo y la muerte de muchos de los allí presentes. Gran parte de los cantonalistas sevillanos acaban en prisión, de dónde son finalmente liberados por las gestiones de los líderes Mingorance y Ponce, que se ven obligados a acudir desde Sevilla con refuerzos y con el diputado por Utrera, Diego Sedas, como mediador. Cada uno de esos prisioneros resultaba indispensable para defender Sevilla de un ataque inminente del gobierno central y antirrevolucionario.

El fin del Cantón Andaluz

El general Pavía, al frente del ejército, rehúsa de mediaciones para atacar Sevilla. Inicia su asalto a la ciudad por la zona más fortificada, intentando provocar lo que él denomina como “calaverada militar”, o una escabechina entre sus propias tropas, que produzca el afianzamiento de la fidelidad de sus hombres y de los que no se fiaba un pelo. Así se las gastaba Pavía. En la misma Puerta de la Carne y aledaños cayeron 300 militares gubernamentales bajo el fuego de la artillería cantonal, lo cual no impidió la ocupación de la ciudad. Cantonalistas mueren muchos cientos más, que por supuesto, no se molestan en contabilizar. El 2 de agosto de 1873 se acaba todo. Pavía, como buen patriota del antiguo régimen, nombró como regidor de las instituciones a republicanos conservadores y a un buen número de monárquicos, desarmó a toda la milicia y reprimió a los cantonales sin miramientos. Se trataba de extirpar el apoyo a la República, y las bases del federalismo con los movimientos de las clases trabajadoras que  los fundamentaban.

viernes, 2 de octubre de 2015

Salvochea-Casaux

Aquel montaje supuso un fuerte aldabonazo que provocó fuertes polémicas en toda Sevilla en aquellos inciertos años de comienzos de la Transición.

Tuve la suerte de ser invitado a Cádiz, el 24 de septiembre de 2015, para participar en el acto homenaje al autor teatral gaditano Manuel Pérez Casaux, recientemente fallecido, y autor de una obra teatral sobre la vida y actividad política del anarquista gaditano Fermín Salvochea, obra estrenada en Sevilla en noviembre de 1976 y dirigida por mí. El acto coincidía, además, con el ciento ocho aniversario del fallecimiento de Salvochea. Curiosamente ese mismo día fue inaugurado el puente nuevo de Cádiz, al que asistió el Presidente del Gobierno y toda la corte celestial... Cádiz se echó a la calle para recorrer en coches y motos el puente para arriba y para abajo… (Este país novelero que es Andalucía… Esperemos las letras de los carnavales de 2016.)


El acto, como todos los organizados en años anteriores, surgía del empeño de un grupo de amigos y seguidores de la memoria de Fermín. Este año se abría el abanico y participaba el CAL (Centro Andaluz de las Letras), con algún apoyo y con la presencia de la delegada territorial de Cultura, Turismo y Deporte de la Junta de Andalucía, Remedios Palma, y la del director de contenidos y programación del CAL, el compañero, escritor y periodista, Juan José Téllez. En un extremo de la mesa se situaba un servidor de ustedes, y en el otro José Luis Gutiérrez Molina, historiador, que moderó la sesión.


Las intervenciones en el acto giraron en torno a la personalidad de Pérez Casaux y el hueco que debió haber ocupado y no ocupó, en la historia de la dramaturgia española, problema habitual en nuestro país. Se desgranaron anécdotas del estreno de la obra justo un año después de la muerte de Franco, cuando todo el mundo, pueblo y autoridades, se bamboleaban y no sabían por dónde tirar o no estaban maduros para la toma de posturas…


Fue una tarde de recuerdos y gozos, rodeado de amigos de verdad, con la satisfacción de haber compartido tiempo y palabras con quienes deberían haber sido mis paisanos de partida de nacimiento…


Salvochea, Casaux y mi amigo –ya para siempre- Juan Alarcón, artífice en la sombra de todo el armazón en el que se sustentó el acto, fueron los bastiones que me permitieron dormir tranquilo en un agradable hotel de cara al Atlántico de la Playa de la Victoria, mientras me mecían las olas del  Cádiz de mis padres, de mis compañeros y mío. Para completar el cuadro, la luna estaba en todo lo alto convirtiendo el mar en una superficie de plata. El encadenado con mi sueño no se hizo esperar y recorrí en la memoria aquel trabajo que realizamos en Sevilla hace cuarenta años. 


Yo había conocido a Manolo Pérez Casaux en algunos festivales de Teatro (Valladolid, Sitges…) Y de aquella amistad nació la idea de montar una obra sobre Salvochea. El vivía en los 70 en Barcelona y allí empezó a escribir y a mandarme los fragmentos que iba esbozando. Yo los leía y se los devolvía. Así casi un año. Cuando ya consideramos que el texto estaba terminado, empezamos con los ensayos. Nueve meses de trabajo con algunas visitas de Manolo. Llegamos cansados pero contentos al estreno. Manolo asistió a los últimos ensayos y estuvimos de acuerdo en todo. Cuatro días en cartel y seis representaciones. A teatro lleno, la Sevilla más joven e inquieta se movilizó. 

Lanzamiento de octavillas de la CNT aprovechando los oscuros de la obra. Pintadas en la fachada del teatro. Presencia de las fuerzas anti disturbios en los alrededores del Lope de Vega. Precisamente la Sevilla ácrata fue la más crítica con la obra, ya que para ellos Salvochea fue un luchador, que lo fue, pero que no había dejado de ser hijo de un acomodado comerciante gaditano y de una madre a la que acompañaba diariamente a misa. Y además era anarquista… Pero el desconocimiento de algunos de estos detalles por aquel entonces, sumía en la contradicción a toda aquella generación ansiosa de saltar a la palestra y manifestarse. 

Tensión y nervios en los actores y parte del público. Incertidumbre en las autoridades (Gobierno Civil, Delegado de Información y Turismo). Control de censura sobre si la acción transcurría en la primera o en la segunda República. (Cuestión de incultura histórica). Hay que tener en cuenta que hacía un año justo que había muerto Franco y nadie quería significarse por sacar los pies del plato, intentando así mantenerse en sus sillones el mayor tiempo posible.



La crítica fue positiva en general. El autor se llevó algunas “apreciaciones”. Los más conservadores se preocuparon de atacar la obra recalcando que tenía que ser mala, porque hasta los partidarios de Salvochea la pateaban, sin darse cuenta de que el pateo se originaba porque Fermín no era el protagonista de un western, como querían algunos, sino un pensador que había pasado a la acción y que no cesó hasta pasar largos años en prisión, para terminar siendo alcalde de Cádiz.

En cualquier caso aquel montaje supuso un fuerte aldabonazo que provocó fuertes polémicas en toda Sevilla en aquellos inciertos años de comienzos de la Transición.