martes, 2 de junio de 2015

El bombardeo de Sevilla de 1843: Pepa “la Bizarra”




La actuación de Espartero como Regente fue desacertada, y su modo personalista de gobernar pronto acabó poniendo a todo el mundo en su contra, manifestándose en todo el país una gran hostilidad hacia esa dictadura personal. La destitución de Joaquín Mª López como Presidente del Consejo de Ministros provocó la disolución de las Cortes en mayo de 1843, uniendo a progresistas disidentes y moderados.

En Sevilla, la noche del 11 de junio, un grupo de ciudadanos desarmados vitoreando a la Constitución, a Isabel II y a las libertades fueron masacrados por la caballería del Regimiento de la Constitución. Estos acontecimientos irritaron aún más los ánimos del pueblo y sus representantes que, indignados contra sus opresores, aclamaban secundar en la ciudad el movimiento que en Málaga y en algún otro punto de la nación se había realizado en contra del Regente.

El Ayuntamiento trató de tomar medidas para restituir la calma en la población, evitando un choque con la tropa de guarnición. Sin embargo viendo la tenacidad de la autoridad militar, el 18 de junio se reunió el Ayuntamiento en cabildo extraordinario jurando morir en su puesto “ó arrojar a los satélites de un gobierno, el mas injusto y opresor”. Se nombró una Comisión Mixta de personas de todas las autoridades políticas, judiciales y eclesiásticas para comunicar al Capitán General que era el momento en el que Sevilla se sacudía del yugo del opresor, creando una Junta Interina o Provisional de Gobierno.

Ante la salida de la guarnición de la ciudad, se ocupó el Ayuntamiento de preparar la defensa de la misma en el caso de ser atacada. Se comenzó a  hacer obras de fortificación, acopio de armamento y municiones, la creación de dos batallones francos y el aumento de la Milicia Nacional, así como un hospital de campaña en San Telmo, en definitiva,  todo lo que podía contribuir a la defensa de la ciudad. 

El día 5 de julio, Van Halen llegó a Alcalá de Guadaíra con sus divisiones de caballería. El 18 de julio atacó Sevilla, cuyo fuego fue sostenido por el brigadier Francisco de Moriones en la Cruz del Campo con 200 hombres de infantería y 100 carabineros montados. Asimismo, la compañía de tiradores, al mando de José Mª González, se ocupó de la defensa de los puntos fortificados de la fábrica de artillería y almacenes colindantes. Durante los días siguientes continuó el fuego,
lanzando contra la ciudad bombas y balas rasas, al que contestaba la artillería sevillana. Al tiempo, el batallón 4º de la Milicia Nacional presentó frente al enemigo por el exterior.

El día 23 llegó Espartero frente a Sevilla con su división, compuesta de  17 batallones, 9 escuadrones, 6 cañones de á 24 y 16 morteros. Tras un fallido intento de persuadir a la población a la rendición, el día 24 rompió fuego desde las cinco de la mañana hasta bien entrada la noche, atacando por varios puntos con artillería de grueso calibre.

Tras otros ataques los días consecutivos, el Ministerio de la Guerra envió el día 27 un comunicado al duque de  la Victoria previniéndole que en el caso de seguir las hostilidades contra Sevilla quedaría declarado traidor de la patria y privado de todos sus honores, siendo “entregado a la execración pública de los españoles”. 

Paralelamente es enviada una división como refuerzo hacia Andalucía. Al día siguiente, el duque de la Victoria abandonaba precipitadamente el cerco de Sevilla, huyendo a El Puerto de Santa María perseguido a corta distancia por el general de la Concha, embarcando posteriormente en un buque ingles en el que se llevó consigo la caja del tesoro público y a algunos de sus ministros.  

Ese mismo día 28, el Gobierno Provisional de Sevilla daba cuenta al Ministro de la Gobernación de las grandes pérdidas ocasionadas en la ciudad, en la que las calles “
están sembradas de escombros”, y muchas casas y no pocos edificios destruidos. No en vano, durante el asedio cayeron en Sevilla más de 606 bombas y 900 balas rasas por toda la zona este de la Puerta de la Carne, Osario y la Calzada, siendo el barrio más dañado el de San Bernardo, causando grandes destrozos así como multitud de muertos y heridos. Testimonio de estos hechos es la granada incrustada en el muro de la casa situada en la esquina de la calle Mosqueta con San Esteban, en la Puerta de la Carne, que aún se puede ver. Asimismo, en la azotea de la Universidad, antigua Fábrica de Tabacos, existe una pequeña lápida ubicada en el lugar en el que “cayó y reventó una bomba a las doce del día 22 de julio”.

El 2 de agosto, el Gobierno de la Nación, en recompensa de la heroica defensa de Sevilla, concedió a la ciudad en nombre de Isabel II el título de INVICTA, colocándose sobre sus armas una corona de laurel, “emblema de la que se han adquirido sus bravos defensores”.

Como en tantos episodios bélicos, Sevilla también tuvo sus héroes, y en este caso fue una mujer la que más destacó. Se llamaba Josefa Rodríguez y que fue apodada Pepa “la Bizarra”, una mujer muy valiente, injustamente olvidada, que ni siquiera tiene su nombre en una calle de Sevilla para que sea recordada.

Esta buena mujer, bajo un sol sofocante propio del mes de julio en Sevilla, con absoluto desprecio de su vida, tuvo el valor de pasar por medio del fuego cruzado entre las tropas asaltantes y los sitiados, para llevar cántaros de agua a los defensores de Sevilla.

Este hecho heroico quedó bien reflejado en el informe que el Capitán General don Francisco de Paula Figueras envió el 21 de julio a la Junta de Resistencia, donde describía los pormenores del acto heroico, publicado en la revista Archivo Hispalense, y que textualmente dice:

“…para momentos menos ocupados será la relación de los hechos bizarros de este día, pero hay uno cuya singularidad merece desde luego lo ponga en noticia de V. E. , Josefa Rodríguez, de esta vecindad, voluntariamente, sin la menor excitación ni esperanzas de recompensas ha empleado el día, en medio del fuego más horroroso, en llevar y dar de beber agua continuamente a los artilleros de La Luneta de la Puerta Osario, con el calor extremado del día y la excesiva fatiga no hubieran podido sin aquel auxilio desempeñar su deber…”

Pero lo más inaudito e incomprensible es que una de las plazas más importantes y céntricas de Sevilla lleva el nombre de quien mandó bombardear Sevilla aquellos días  trágicos y que causó la muerte a tantos inocentes: Plaza del Duque de la Victoria, que como ya sabemos era el General Baldomero Espartero.
Afortunadamente todos los sevillanos la conocemos simplemente por plaza del Duque, pero el rótulo completo está allí bien plantado. Ironías de la Historia o, tal vez, profundo y absoluto desconocimiento de la Historia.

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