Se conoce como el motín del pendón verde
al levantamiento popular que tuvo lugar en la ciudad de Sevilla el día 8 de
mayo de 1.521, con motivo de la hambruna que padecían los habitantes del barrio
de la Feria y sus alrededores. Tanto es así, que una fanega de trigo llegó a
valer 700 maravedíes, cuando un año antes el precio era de 70 maravedíes. El
pan faltó y el hambre hizo mella en la población, sobre todo en los barrios
pobres de la Ciudad, y sus habitantes estaban desesperados.
Recibió este nombre porque los amotinados
enarbolaron contra las autoridades sevillanas una bandera verde que había sido
tomada en su día por las tropas de Alfonso X a los almohades y se conservaba en
la capilla bautismal de la iglesia de Omnium Sanctorum como un trofeo de
guerra.
Según las crónicas de la época, los
vecinos se sublevaron acaudillados por el carpintero Antón Sánchez, quien
convocó a sus vecinos para hacer una demanda común ante las autoridades
sevillanas.
Los participantes del motín,
descendientes en su mayoría de moriscos y andalusíes, recorrieron la ciudad y
se dirigieron al Ayuntamiento, que en aquella época estaba situado en el Corral
de los Olmos (actual plaza de la Virgen de los Reyes), al que lanzaron piedras
y toda clase de objetos. El Asistente de la ciudad, que por entonces era el
marqués de la Algaba, calmó a la muchedumbre ofreciéndoles vino y haciéndoles
algunas promesas.
Por el momento se calmaron los ánimos,
pero al día siguiente los ciudadanos se apoderaron de armas de mano y cuatro
piezas de artillería que tenía en su palacio el duque de Medina Sidonia, además
de liberar a todos los presos que se hallaban en la Cárcel Real.
Lo que en un principio parecía una simple
manifestación, acabó en una insurrección en toda regla, agregándose a los
amotinados numerosos vecinos de otros barrios de la ciudad.
La situación era muy comprometida e iba
adquiriendo unas proporciones tales, que el Asistente, asustado, lo compara con
el levantamiento comunero (1.520 – 1.522) que tenía lugar por esas fechas en
Castilla, por lo que ordenó llamar a los soldados para que interviniesen de una
manera contundente.
Frente al pendón verde que enarbolaba el
pueblo, el Cabildo sevillano sacó el pendón real para reprimir la revuelta.
Los sucesos finalizaron el día 10 de
mayo, librándose una verdadera batalla campal por las calles entre el pueblo
hambriento y las fuerzas militares, y los resultados fueron funestos para los
amotinados, pues la fuerza armada consiguió aplastar la rebelión y muchos
infelices murieron, además de ser ajusticiados los cabecillas.
Cuatro hombres fueron los que se
capturaron acusados de ser los principales instigadores del motín y, después de ser decapitados, sus cabezas
fueron colgadas en la ventana principal del palacio de los marqueses de la
Algaba en señal de advertencia.
De esta forma tan lastimosa terminó el
motín que, aunque violento en su desarrollo, tenía un origen justificado al ser
promovido por el hambre que se padecía en la Ciudad entre las clases más
humildes. La represión, como puede comprobarse, fue de una crueldad excesiva e
injustificada.
Todos los años, cuando se acerca la
procesión de la Virgen de Todos los Santos, se exhiben unas banderas en el
torreón mudéjar de la iglesia de Omnium Sanctorum, entre ellas se encuentra el
famoso Pendón Verde que, según algunos historiadores, está considerado como el
predecesor de la bandera andaluza.
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