José Luis Garrido Bustamente, nos recuerda la deliciosa aventura de los "chicos de la radio" llevando Don Juan Tenorio a los escenarios.
No había Halloween entonces, pero Juan
Tenorio, sí. Las tiendas de carnaval no anticipaban las máscaras de febrero con
disfraces luctuosos y los teatros adornaban sus carteleras con lánguidas
figuras de doña Inés en el sofá ante el conquistador caballero que le recitaba
madrigales arrodillado a sus pies.
No hace mucho de eso. Pero el tiempo
transcurre con prisas y parece que hablamos de un lejano ayer. Hemos importado
el festival de los fantasmas olvidándonos del poeta vallisoletano que imaginó
al don Juan conquistador y pendenciero desde la mesa de un figón ochocentista
de la calle Sierpes.
Tanto han crecido en número los
establecimientos dedicados a las máscaras como han ido desapareciendo
progresivamente los escenarios teatrales.
Desahuciado de las tablas de Talía el Burlador, menos mal
que, por lo menos, le queda en Sevilla
el patio del Colegio Santa Ana.
A chufla lo tomó la gente como al Piyayo
de los versos tristes con el humor de Manuel Barrios y Agustín Embuena. Debería
reponerse aquel libreto cómico que se
extendió en renovadas versiones posteriores escritas por Agustín en solitario. La crisis y la
desvergüenza de algunos políticos necesitarían su crítica mordaz.
Los malditos que gritaban a las puertas
de la Hostería del Laurel, lo hacen hoy, para desesperación de los vecinos, en plazas
céntricas y calles adyacentes.
Don Juan sigue escribiendo y leyendo en
voz alta…”pero mal rayo me parta, si, en acabando esta carta, no pagan caros
sus gritos”
Su criado la recoge vestido de negro
fantasma para su fiesta de Halloween.
De drama romántico a disparate cómico.
Los años cincuenta estaban llegando a su
fin. A Sevilla le habían venido muy bien. Las angustias y apreturas de la
postguerra habían quedado atrás. Y, por el contrario, la ciudad progresaba
inmersa en avances industriales que proporcionaban trabajo a sus habitantes y
alta proyección a su futuro.
Las zozobras, los miedos y las inquietudes
que habían ido progresivamente atenuándose hasta disolverse en la década
anterior habían dejado paso al restablecimiento de la serenidad y la confianza
en un horizonte alejado de lutos. Se hacía necesaria como complemento la
recuperación de la risa y entonces se produjo un hecho que podía haberse
presentido, pero que resultó absolutamente inesperado. Un grupo de
profesionales de la radio convirtió al Tenorio de Zorrilla de drama romántico
en el suceso de mayor comicidad que se había producido en los últimos tiempos
en los escenarios de los teatros sevillanos.
Digo que la cosa podía haberse presentido
porque el encargo de la sustancial transformación lo recibieron Manuel Barrios
y Agustín Embuena, fecundos guionistas de programas radiados que entonces
trabajaban juntos en la Emisora en Sevilla de Radio Nacional de España y
disponían de prestigio suficiente entre los escritores de humor como para
confiar ciegamente en ellos.
Barrios, admirador y conocedor profundo de
la obra de Enrique Jardiel Poncela de quien
no desdeñaba ser considerado en parte su continuador literario, ya tenía
en su haber la creación, junto a Alfonso Contreras, del programa humorístico
“Piruetas”, un hito en la creatividad de emisiones para hacer reír que la
emisora nacional ponía en antena todos los días al final de la programación de
sobremesa. Embuena estaba sobradamente acreditado como fabulador inimitable
dotado además de una increíble capacidad de trabajo. Dominador de la prosa y el
verso, redactor infatigable tanto de adaptaciones como de guiones propios bien
para concursos, bien para emisiones de radioteatro y experimentado profesional
de la palabra, Agustín brillaba como autor y como intérprete en la radio y
sobre el escenario.
No podía encontrarse mejor pareja para
abordar la versión humorística del drama del burlador al que Zorrilla no había
escatimado ninguno de los ingredientes del enredo luctuoso con tenebrosas
incursiones en la escatología.
A ello se unía la aportación como
improvisados actores del personal de la emisora. Nombres conocidos de los
oyentes de presentadores de programas, animadores de concursos, locutores de
servicios informativos y actores del cuadro escénico de la emisora encabezaban
la larga lista de técnicos, operadores de sonido y hasta de administrativos que
deseaban participar en la diablura.
El proyecto de escribir una versión jocosa
de la inmortal obra de José Zorrilla había nacido en “Casa Ricardo”, un
establecimiento dedicado a la venta al detal de comestibles que, como
complemento, servía bebidas en el que solían darse cita para tomar el aperitivo
al término de la jornada laboral mañanera cuantos habían estado de servicio en
los cercanos estudios de la Radio Nacional.
En “Casa Ricardo” se leyeron los primeros
versos, se limaron los inevitables ripios y se fue configurando el reparto.
Don Juan Yébenes, el gerente de la empresa
Lusarreta que llevaba el Teatro San Fernando les había reservado un día, el
martes 24 de noviembre en funciones de
tarde, a las siete y media y noche a las once y cuarto. Supuso que, con eso
bastaría. Pero se equivocó. Y, como apenas se abrieron las taquillas en las
fechas anteriores al estreno, se vendió todo el papel, remodeló los contratos
con las compañías que habrían de actuar en esos días y consiguió que la obra
estuviese en escena en tres ocasiones seguidas.
Este fue el cartel del insólito
acontecimiento :
Teatro
San Fernando
Martes, 24, Miércoles, 25 y Jueves, 26 de
noviembre de 1959:
Tarde a las 7.30.- Noche a las 11,15
Radio Nacional de
España en Sevilla,
Presenta
Don Juan Tenorio
Version libre de la
famosa obra de don Jose Zorrilla
Con ripios y otras cosas
originales de
Manuel Barrios y
Agustin Embuena
REPARTO (Anoto al margen de cada nombre su cometido en
la emisora)
Don Juan, Agustín Embuena (Locutor)
Don Luis, Emilio Segura, (Locutor)
Doña Ines, Mariló Naval, (Locutora y primera actriz)
Ciutti, Manuel Barrios (Redactor
jefe)
Comendador, Aurelio de la Viesca (Locutor)
Butarelli, Juan Manuel Aparicio (Realizador)
Don Diego, Angel Cervantes (Montador musical)
Centellas, José Luis López Murcia (Locutor)
Avellaneda,Angel González Martin (Realizador)
Escultor, Alfonso Contreras, (Locutor)
Abadesa, Araceli Moreno, (Actriz)
Tornera, Maria Victoria Mendoza (Actriz)
Lucía, Elena Sánchez,(Actriz)
Gastón, Remigio Ruiz,(Redactor)
Y, por primera vez en DON JUAN
Brígida, Fernando Caparró, (Técnico de sonido)
Aurelio Carbajo había dotado al guion de un montaje de
música y efectos de sonido que podía situarse a la altura de las mejores
realizaciones acústicas de los rodajes de la época.
Y, como no se quería que nada avanzado faltase en la
superproducción escénica, Alfonso Contreras, que compaginaba su dedicación al
micrófono con la atención a las noticias locales filmándolas para la televisión
que hacía poco había echado a andar en Madrid, con una cámara de su propiedad,
utilizó estos recursos para filmar el duelo entre don Juan y el Capitán
Centellas al que, como es de suponer dotaron los contendientes de las más
absurdas bromas.
¿Imaginaba alguien que ocurriera lo que en verdad
sucedió?... Probablemente, ni los más optimistas del lugar. El aforo completo
del teatro se vendió con anticipación para las dos funciones de estreno. Se
repitió la misma afluencia de público en
las cuatro restantes. Y, al caer el telón tras de la última del jueves 26, el
comentario general era que si se prorrogaban las representaciones, la tónica de
ventas no se modificaría.
La empresa estaba encantada. Ni en los estrenos de los
espectáculos de Lola Flores se había disfrutado de un éxito semejante. Había
quien repetía su asistencia personal una vez y otra y se hacía acompañar por
familiares y amigos. La reventa volvió a sus mejores días. Llovían las
peticiones de que “los chicos de la radio” llevasen la obra por otros
escenarios…
La aventura resultó, pues,
tan exitosa que, al año siguiente, la tuvieron que repetir
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