Fue el lunes 26 de febrero de 1973, previa al inicio del Quinario al Santísimo Cristo de la Expiración En esa mañana había quedado finalizado el montaje del Altar efímero. El Crucificado se situaba en el presbiterio del Altar Mayor con la Virgen del Patrocinio con su saya de salida y un manto de terciopelo azul y una corona de plata sobredorada, estrenándose como vestidor, José Alfonso Fernández.
Alrededor de los Titulares de la Hermandad del Viernes Santo, aparecían las tallas de San Leandro, San Isidoro y los arcángeles de la Roldana, completando el montaje.
Unos días en los que se recibían multitud de visitas al Templo y se ultimaban los últimos detalles del montaje del culto interno. Pasadas las tres y veinticinco de la tarde, Juan Jesús Gómez Terreros y Manuel López Román, transitaban por la trasera de la Iglesia, pudiendo observar cómo salía humo de las ventanas.
Inmediatamente se dirigieron hacia la puerta principal de la Capilla, lugar también con bastante humo y con dificultad de visión y respiración. Francisco Herrera del Pueyo (Diputado de Juventud) y Joaquín Rodríguez Noguera intentaban localizar rápidamente las llaves que no aparecían.
Fue en ese mismo instante cuando Rafael Blanco Guillén se ofrecía para saltar al balcón e introducirse en el interior del Templo, llegando a abrir la puerta desde dentro. Cuyo relato es el siguiente:
En unos instantes se formó un gran revuelo en la arteria del arrabal trianero, la gente corría, lloraba, pero nadie se decidía a actuar. “Dios está arriba y no me pasará nada, se dijo Rafael trepando por la fachada del templo.
“Me subí por una puerta chica a la iglesia, desde allí a una ventana y después a un balcón cuenta Rafael. Estaba la puerta cerrada y rompí el cristal de una patada. No conocía el interior de la Capilla y todo estaba lleno de humo. Pero me pegué a la pared hasta llegar a la escalera y quiso Dios que diera con la puerta- Las llamas llegaban al techo y la Virgen del Patrocinio ya estaba hecha un montoncito de cenizas. El fuego lamía los talones del Cachorro”
Rafael, herido en una pierna y completamente negro de humo, tiznado, tal como lo vería su mujer, asustada, cuando horas después llegó a casa cogió u jarrón de flores y apago el fuego que amenazaba al Cristo de la Expiración. Después abrió de par en par las puertas del templo y fue entonces cuando entraron los bomberos y algunas personas que luego se atribuyeron la coautoría de la salvación del Cristo.
Diez minutos más tarde de apreciar el humo, los bomberos llegan a la Iglesia, se encienden las luces y el Altar Mayor se apreciaba ser el principal foco del incendio. A partir de ese instante, todo es una confusión. Gómez de Terrero alerta a los bomberos de no dirigir el agua al rostro del Cristo por estar en llamas los pies del Señor.
Los informes posteriores de los Cruz Solís decían que muchas juntas se encontraban abiertas al estar por el agua recibida. La Dolorosa quedaba carbonizada ante el Cachorro, tomando Luis Álvarez Duarte medidas para tallar a la nueva Virgen del Patrocinio que hoy conocemos.
Los restos de la Virgen se trasladan a la Sacristía, además de todos los elementos afectados, mientras el Cristo queda dañado en el costado derecho y las piernas. Se coloca una fotografía de la Imagen del Patrocinio a sus pies.
Pasadas unas horas, las autoridades políticas, eclesiales, de Hermandades, Consejo e instituciones de Sevilla acuden al lugar de los hechos. Corporaciones como la de Santa Cruz y la Estrella llegan a ofrecer incluso a sus Vírgenes para que acompañase al Cachorro la tarde del Viernes Santo en su estación de penitencia.
A las once de la noche, se realiza por las calles de la feligresía del zurraque, un Vía Crucis con la Cruz de Guía y presidido por un Crucificado de pequeñas dimensiones situado en la Sacristía.
El Quinario se celebra con la Imagen del Cristo en las condiciones que quedaba tras el incendio al igual que el Altar Mayor. Las flores fueron aportadas por las diferentes Hermandades del Viernes Santo Tarde.
El Domingo de Ramos de ese año, 15 de abril, el Cardenal Bueno Monreal bendice la nueva Virgen del Patrocinio, teniendo las cenizas de la anterior en el interior de la Imagen, fragmentos con autoría y moneda de curso legal dentro del busto en un tubo de aluminio.
Ya en el mes de junio, concretamente el día 11, arrancan las obras de rehabilitación y la restauración del Cachorro. En este tiempo, la Virgen recibe culto en una Capilla provisional instalada en la sala de Junta.
Tres meses más tarde, el 24 de septiebre, Festividad de la Merced, vuelve el Crucificado subido en el paso sin los candelabros de guardabrisas, última vez que se viera en este paso de Castillo Lastrucci, aunque no fue hasta el 22 de octubre cuando se entregó al Cristo.
La Capilla volvía a abrirse al culto el 13 de diciembre de 1973 para consagrar el Solemne Triduo a la Virgen del Patrocinio Gloriosa.
Enseres perdidos
Además de la desaparición de la antigua Virgen del Patrocinio de autoría anónima y con atribución al círculo de Cristóbal Ramos, se perdieron varios enseres utilizados en el Altar de Quinario: Corona de plata sobredorada, rosario de nácar y plata, cuatro horquillas de oro, Broche de oro “Patrocinio”, manto de terciopelo azul liso bordeado en encaje dorado, ropa interior de la Virgen (corpiño y dos enaguas), respiradero lateral y trasero del palio, jarras de plata, cinco candeleros de plata, 17 candeleros de metal, alfombra de moqueta roja, andamiaje del altar de culto.
A partir de este suceso aparece la leyenda sobre la figura del Cachorro que aparece en el panteón familiar de Aníbal González, sobre la que ofrecemos un interesante viseo producido por Sevilla TV, es nuestra sección videos en portada.