viernes, 2 de octubre de 2015

Salvochea-Casaux

Aquel montaje supuso un fuerte aldabonazo que provocó fuertes polémicas en toda Sevilla en aquellos inciertos años de comienzos de la Transición.

Tuve la suerte de ser invitado a Cádiz, el 24 de septiembre de 2015, para participar en el acto homenaje al autor teatral gaditano Manuel Pérez Casaux, recientemente fallecido, y autor de una obra teatral sobre la vida y actividad política del anarquista gaditano Fermín Salvochea, obra estrenada en Sevilla en noviembre de 1976 y dirigida por mí. El acto coincidía, además, con el ciento ocho aniversario del fallecimiento de Salvochea. Curiosamente ese mismo día fue inaugurado el puente nuevo de Cádiz, al que asistió el Presidente del Gobierno y toda la corte celestial... Cádiz se echó a la calle para recorrer en coches y motos el puente para arriba y para abajo… (Este país novelero que es Andalucía… Esperemos las letras de los carnavales de 2016.)


El acto, como todos los organizados en años anteriores, surgía del empeño de un grupo de amigos y seguidores de la memoria de Fermín. Este año se abría el abanico y participaba el CAL (Centro Andaluz de las Letras), con algún apoyo y con la presencia de la delegada territorial de Cultura, Turismo y Deporte de la Junta de Andalucía, Remedios Palma, y la del director de contenidos y programación del CAL, el compañero, escritor y periodista, Juan José Téllez. En un extremo de la mesa se situaba un servidor de ustedes, y en el otro José Luis Gutiérrez Molina, historiador, que moderó la sesión.


Las intervenciones en el acto giraron en torno a la personalidad de Pérez Casaux y el hueco que debió haber ocupado y no ocupó, en la historia de la dramaturgia española, problema habitual en nuestro país. Se desgranaron anécdotas del estreno de la obra justo un año después de la muerte de Franco, cuando todo el mundo, pueblo y autoridades, se bamboleaban y no sabían por dónde tirar o no estaban maduros para la toma de posturas…


Fue una tarde de recuerdos y gozos, rodeado de amigos de verdad, con la satisfacción de haber compartido tiempo y palabras con quienes deberían haber sido mis paisanos de partida de nacimiento…


Salvochea, Casaux y mi amigo –ya para siempre- Juan Alarcón, artífice en la sombra de todo el armazón en el que se sustentó el acto, fueron los bastiones que me permitieron dormir tranquilo en un agradable hotel de cara al Atlántico de la Playa de la Victoria, mientras me mecían las olas del  Cádiz de mis padres, de mis compañeros y mío. Para completar el cuadro, la luna estaba en todo lo alto convirtiendo el mar en una superficie de plata. El encadenado con mi sueño no se hizo esperar y recorrí en la memoria aquel trabajo que realizamos en Sevilla hace cuarenta años. 


Yo había conocido a Manolo Pérez Casaux en algunos festivales de Teatro (Valladolid, Sitges…) Y de aquella amistad nació la idea de montar una obra sobre Salvochea. El vivía en los 70 en Barcelona y allí empezó a escribir y a mandarme los fragmentos que iba esbozando. Yo los leía y se los devolvía. Así casi un año. Cuando ya consideramos que el texto estaba terminado, empezamos con los ensayos. Nueve meses de trabajo con algunas visitas de Manolo. Llegamos cansados pero contentos al estreno. Manolo asistió a los últimos ensayos y estuvimos de acuerdo en todo. Cuatro días en cartel y seis representaciones. A teatro lleno, la Sevilla más joven e inquieta se movilizó. 

Lanzamiento de octavillas de la CNT aprovechando los oscuros de la obra. Pintadas en la fachada del teatro. Presencia de las fuerzas anti disturbios en los alrededores del Lope de Vega. Precisamente la Sevilla ácrata fue la más crítica con la obra, ya que para ellos Salvochea fue un luchador, que lo fue, pero que no había dejado de ser hijo de un acomodado comerciante gaditano y de una madre a la que acompañaba diariamente a misa. Y además era anarquista… Pero el desconocimiento de algunos de estos detalles por aquel entonces, sumía en la contradicción a toda aquella generación ansiosa de saltar a la palestra y manifestarse. 

Tensión y nervios en los actores y parte del público. Incertidumbre en las autoridades (Gobierno Civil, Delegado de Información y Turismo). Control de censura sobre si la acción transcurría en la primera o en la segunda República. (Cuestión de incultura histórica). Hay que tener en cuenta que hacía un año justo que había muerto Franco y nadie quería significarse por sacar los pies del plato, intentando así mantenerse en sus sillones el mayor tiempo posible.



La crítica fue positiva en general. El autor se llevó algunas “apreciaciones”. Los más conservadores se preocuparon de atacar la obra recalcando que tenía que ser mala, porque hasta los partidarios de Salvochea la pateaban, sin darse cuenta de que el pateo se originaba porque Fermín no era el protagonista de un western, como querían algunos, sino un pensador que había pasado a la acción y que no cesó hasta pasar largos años en prisión, para terminar siendo alcalde de Cádiz.

En cualquier caso aquel montaje supuso un fuerte aldabonazo que provocó fuertes polémicas en toda Sevilla en aquellos inciertos años de comienzos de la Transición.

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