viernes, 15 de mayo de 2015

El motín del pendón verde




Se conoce como el motín del pendón verde al levantamiento popular que tuvo lugar en la ciudad de Sevilla el día 8 de mayo de 1.521, con motivo de la hambruna que padecían los habitantes del barrio de la Feria y sus alrededores. Tanto es así, que una fanega de trigo llegó a valer 700 maravedíes, cuando un año antes el precio era de 70 maravedíes. El pan faltó y el hambre hizo mella en la población, sobre todo en los barrios pobres de la Ciudad, y sus habitantes estaban desesperados.

Recibió este nombre porque los amotinados enarbolaron contra las autoridades sevillanas una bandera verde que había sido tomada en su día por las tropas de Alfonso X a los almohades y se conservaba en la capilla bautismal de la iglesia de Omnium Sanctorum como un trofeo de guerra.

Según las crónicas de la época, los vecinos se sublevaron acaudillados por el carpintero Antón Sánchez, quien convocó a sus vecinos para hacer una demanda común ante las autoridades sevillanas.

Los participantes del motín, descendientes en su mayoría de moriscos y andalusíes, recorrieron la ciudad y se dirigieron al Ayuntamiento, que en aquella época estaba situado en el Corral de los Olmos (actual plaza de la Virgen de los Reyes), al que lanzaron piedras y toda clase de objetos. El Asistente de la ciudad, que por entonces era el marqués de la Algaba, calmó a la muchedumbre ofreciéndoles vino y haciéndoles algunas promesas.

Por el momento se calmaron los ánimos, pero al día siguiente los ciudadanos se apoderaron de armas de mano y cuatro piezas de artillería que tenía en su palacio el duque de Medina Sidonia, además de liberar a todos los presos que se hallaban en la Cárcel Real.

Lo que en un principio parecía una simple manifestación, acabó en una insurrección en toda regla, agregándose a los amotinados numerosos vecinos de otros barrios de la ciudad.

La situación era muy comprometida e iba adquiriendo unas proporciones tales, que el Asistente, asustado, lo compara con el levantamiento comunero (1.520 – 1.522) que tenía lugar por esas fechas en Castilla, por lo que ordenó llamar a los soldados para que interviniesen de una manera contundente.

Frente al pendón verde que enarbolaba el pueblo, el Cabildo sevillano sacó el pendón real para reprimir la revuelta.

Los sucesos finalizaron el día 10 de mayo, librándose una verdadera batalla campal por las calles entre el pueblo hambriento y las fuerzas militares, y los resultados fueron funestos para los amotinados, pues la fuerza armada consiguió aplastar la rebelión y muchos infelices murieron, además de ser ajusticiados los cabecillas.

Cuatro hombres fueron los que se capturaron acusados de ser los principales instigadores del motín  y, después de ser decapitados, sus cabezas fueron colgadas en la ventana principal del palacio de los marqueses de la Algaba en señal de advertencia.

De esta forma tan lastimosa terminó el motín que, aunque violento en su desarrollo, tenía un origen justificado al ser promovido por el hambre que se padecía en la Ciudad entre las clases más humildes. La represión, como puede comprobarse, fue de una crueldad excesiva e injustificada.

Todos los años, cuando se acerca la procesión de la Virgen de Todos los Santos, se exhiben unas banderas en el torreón mudéjar de la iglesia de Omnium Sanctorum, entre ellas se encuentra el famoso Pendón Verde que, según algunos historiadores, está considerado como el predecesor de la bandera andaluza.

sábado, 2 de mayo de 2015

La espectacular fuga de Pablo Rada de la cárcel de Sevilla.


 “Plus Ultra” era el nombre del hidroavión del Ejército del Aire español que realizó, por primera vez, un vuelo entre España y América, siendo su destino Buenos Aires.

Despegó el 22 de enero de 1.926 de Palos de la Frontera (Huelva), en la desembocadura del río Tinto. Después de realizar cuatro escalas, recorrer 10.270 kilómetros, empleando 61 horas y 44 minutos de vuelo y una velocidad media de 172 kilómetros por hora llegó a su destino. Toda una proeza de gran trascendencia en aquellos tiempos.

Los cuatro tripulantes del hidroavión eran el comandante de aviación Ramón Franco Bahamonde, el capitán de aviación Julio Ruiz de Alda Miqueleiz, el teniente de navío Juan Manuel Durán González y el mecánico Pablo Rada Ustarroz.

Pablo Rada, con tan solo 19 años, ya se distinguió por su actividad revolucionaria de carácter comunista o radical socialista, llegando a ser detenido en noviembre de 1.920 por su participación en la huelga de las azucareras del valle del Ebro.

Tras el vuelo del “Plus Ultra”, contrajo matrimonio en el santuario Corazón de María de Madrid con María Luqui Lapuerta el 27 de diciembre de 1.926, siendo apadrinados por Ramón Franco. Del matrimonio nacieron dos hijos, que quedaron bajo custodia materna tras demanda de divorcio presentada por María en el año 1.932.

En diciembre del año 1.930 participó como paisano, junto al comandante Ramón Franco, Queipo de Llano y otros militares, en la fracasada sublevación, de signo republicano, que tuvo su origen en el Aeródromo de Cuatro Vientos (Madrid), exiliándose a París.

Al proclamarse la II República el 14 de abril de 1.931 Pablo Rada regresó a España, dedicándose a la política. De ideas demasiado radicales y revolucionarias, cayó en manos de la justicia debido a sus actividades ilegales, fue condenado y conducido a la cárcel del Pópulo en Sevilla.

Al poco tiempo de ingresar en prisión, al amanecer del día 27 de octubre de 1.931, protagonizaba una fuga, en unión de los conocidos ladrones apodados “el Mijitas” y “el Potaje”. El plan de fuga se había fraguado desde hacía algún tiempo, y estaba bien meditado y elaborado.

Desde que llegó a la cárcel, Pablo Rada gozaba de un trato de favor en el régimen carcelario. Primeramente estuvo recluido en el departamento de delitos comunes y luego pasó a delitos políticos por orden del juez. Hacía pocos días sufrió una enfermedad bucal y, desde entonces, estuvo recluido en una celda próxima a la enfermería.

“El Potaje”, que estaba autorizado para hacer y repartir el café a los reclusos, pidió permiso para que le ayudara “el Mijitas”, quien se encargó de llevar el servicio a Rada, puestos ya de acuerdo los tres para llevar a cabo la evasión.

Reunidos, pues, en la celda de Rada, y aprovechando que el oficial de guardia se alejaba para recorrer los pasillos, salieron de la celda y, una vez fuera, Rada y “el Mijitas” abrieron la cancela general con una ganzúa, y un ventanillo, utilizando una llave, que servía para introducir los canastos de las viandas.

Saliendo por el ventanillo, llegaron a otra cancela que, como las anteriores, consiguieron abrir. Al llegar a la puerta de la cárcel, le dijeron al centinela, quien era novato y desconocía la forma y régimen del establecimiento, que ya habían cumplido una quincena de arresto, saliendo tranquilamente a la calle. A Rada le estaba esperando un automóvil en el Paseo de Colón.

Al regresar el oficial de guardia a la celda de Rada, se percató de la evasión y dio la voz de alarma, pasándose aviso inmediatamente al director de la cárcel. Al hacerse una minuciosa inspección se halló una carta de Rada despidiéndose del director de la cárcel, quien fue destituido.

La policía trabajaba incesantemente dentro de Sevilla, practicando registros e interrogatorios, para tratar de hallar la pista de Pablo Rada, principalmente, y la de sus dos compañeros de fuga.

En las afueras de Sevilla se registraba cuidadosamente a cuantos automóviles salían, y se ejercía una estrecha vigilancia por caminos y carreteras.

Por la Ciudad se hacían comentarios de todos los gustos, y mayormente se decía que la prisión del Pópulo no reunía las condiciones adecuadas para albergar presos por su lamentable estado de abandono y de ruina acentuada, y por los destrozos que causaron las turbas cuando asaltaron el edificio, a raíz de proclamarse la II República, para poner en libertad a los reclusos.

Las celdas eran húmedas; no gozaban los presos de luz natural y estaban hacinados en los departamentos, donde las condiciones de higiene dejaban mucho que desear.

Tal vez por una confidencia, a los dos días de la fuga la policía supo que Rada había hallado refugio en una habitación de alquiler en una casa situada en la calle Laurel número 5. En la madrugada del día 29 de octubre se montó un servicio de vigilancia, quedando controladas las salidas y entradas de la mencionada calle.

Alguien manifestó a la policía que en uno de los pisos del número 5 acababa de entrar un huésped. Procedieron los policías a registrar la casa indicada, encontrando en una de las habitaciones a un individuo en el que, desde el primer momento, reconocieron a Pablo Rada que, tendido sobre la cama se hallaba leyendo. Los policías le preguntaron su nombre y su profesión, y contesto con mucha tranquilidad:

–Me llamo Julián Fernández, de profesión mecánico y soy estudiante de ingeniería.

Le pidieron la documentación y Rada, imperturbable, dijo que no la tenía. Un policía le dijo entonces:

–Bueno; para qué más tonterías. Ya sabemos quién es usted y venimos a detenerle.
–Estoy a la disposición de ustedes.

Pablo Rada, después de vestirse, se entregó sin ofrecer resistencia alguna y, convenientemente custodiado, fue llevado en un automóvil a la Comisaría de Vigilancia, donde después de prestar declaración, aceptó fotografiarse con el comisario de policía y los periodistas, felicitando al comisario por el servicio que habían prestado los agentes, y le anunció que se escaparía de nuevo en cuanto tuviese ocasión, aunque solamente le faltase un día para cumplir la condena que le impusiesen.

También fueron detenidas dos mujeres, que eran las dueñas de la casa, quienes manifestaron que Pablo Rada había sido llevado allí por una vendedora ambulante que vivía en la calle Correduría. También fue detenida y confesó que conocía a Rada porque se lo había recomendado un camarero. El camarero fue detenido en su domicilio, encontrándosele en su poder numerosas cartas de Rada y un sello de caucho con el siguiente texto: “Plutarco Espartaco. Grupo Ácrata. Sevilla.”

Hallaron también los policías un revólver del calibre 9, munición, un carnet de la Confederación Nacional del Trabajo, dos cartillas militares, un carnet de un sindicato y un pasaporte falso.

Pablo Rada fue trasladado a una prisión de más seguridad, el penal del Puerto de Santa María (Cádiz).

A las tres y media de la madrugada del día 19 de mayo de 1.932, se fugaban de la prisión del Puerto de Santa María Rada y 25 reclusos. La evasión se había llevado a cabo por una galería abierta desde el amplio patio central.

Una hora más tarde, los vigilantes observaban que varios presos se escapaban por la misma galería, haciéndoles varios disparos que le obligaron a detenerse. Efectuado inmediatamente un recuento, se pudo comprobar que faltaban 26 reclusos, entre ellos Pablo Rada, y un oficial de la prisión, desconociéndose si éste último era cómplice o si lo llevaban consigo los evadidos como rehén.

La afirmación general era de que la galería subterránea abierta debió comenzarse desde el exterior para no infundir sospechas y poder ocultar la tierra extraída. La galería tenía un metro de diámetro y catorce de longitud. 

La mayoría de los presos fueron capturados poco a poco, pero esta vez Pablo Rada no fue localizado.

El día 8 de mayo de 1.934, acogiéndose a los beneficios de una amnistía general, Pablo Rada se presentaba voluntariamente a las autoridades de Madrid.

Afecto a las izquierdas más extremas se exilió de nuevo al ser derrocado el régimen republicano por la pérdida de la guerra civil. Había luchado en calidad de oficial, habiendo llevado a cabo importantes cometidos. Marchó junto a sus hermanos a Colombia y después a Caracas, donde permaneció dedicado a la industria.

En 1.964 el Gobierno de España decretó una amnistía que afectaba a los delitos socio – políticos cometidos entre 1.931 y 1.939. Pablo Rada se acogió a ese decreto y en el año 1.968 regresó a España con el rango de comandante.

Pablo Rada nació en la localidad de Caparroso (Navarra), el 30 de junio de 1.901, falleciendo, a causa de un colapso cardíaco, en el Sanatorio de la Marina de Los Molinos (Madrid), el 18 de mayo de 1.969.

Sus restos fueron enterrados en el panteón que la Armada tiene en el cementerio de Los Molinos, tras unas sencillas honras fúnebres, a las que asistieron además de su hermano Tomás y sus hijos Pablo y María Delia, el coronel médico del sanatorio en representación de la Armada y un capitán de aviación en representación del Ejército del Aire. 

Pablo Rada sobrevivió a sus tres compañeros del vuelo del “Plus Ultra” en más de treinta años, pues Juan Manuel Durán falleció, poco después del famoso vuelo, durante una exhibición aérea en Barcelona en julio de 1.926, y durante el transcurso de la Guerra Civil Española Ruiz de Alda en agosto de 1.936 y  Ramón Franco en octubre de 1.938.

El “Plus Ultra” no regresó a España. El rey Alfonso XIII lo donó a la Armada Argentina, donde sirvió como avión correo hasta que fue retirado del servicio. Actualmente se exhibe en el Complejo Museográfico Provincial “Enrique Udaondo” de la ciudad de Luján, en Argentina.

A fines de la década de los ochenta fue enviado a España para que se le realizara una restauración general, con el objeto de reeditar la hazaña de 1.926. Sin embargo, el estado del “Plus Ultra” era tan deficiente que era necesaria una reconstrucción casi completa. Por ese motivo, se procedió a una restauración general orientada a una exhibición en un museo.