“Plus Ultra” era el nombre del hidroavión
del Ejército del Aire español que realizó, por primera vez, un vuelo entre
España y América, siendo su destino Buenos Aires.
Despegó el 22 de enero de 1.926 de Palos
de la Frontera (Huelva), en la desembocadura del río Tinto. Después de realizar
cuatro escalas, recorrer 10.270 kilómetros, empleando 61 horas y 44 minutos de
vuelo y una velocidad media de 172 kilómetros por hora llegó a su destino. Toda
una proeza de gran trascendencia en aquellos tiempos.
Los cuatro tripulantes del hidroavión
eran el comandante de aviación Ramón Franco Bahamonde, el capitán de aviación
Julio Ruiz de Alda Miqueleiz, el teniente de navío Juan Manuel Durán González y
el mecánico Pablo Rada Ustarroz.
Pablo Rada, con tan solo 19 años, ya se
distinguió por su actividad revolucionaria de carácter comunista o radical
socialista, llegando a ser detenido en noviembre de 1.920 por su participación
en la huelga de las azucareras del valle del Ebro.
Tras el vuelo del “Plus Ultra”, contrajo
matrimonio en el santuario Corazón de María de Madrid con María Luqui Lapuerta
el 27 de diciembre de 1.926, siendo apadrinados por Ramón Franco. Del
matrimonio nacieron dos hijos, que quedaron bajo custodia materna tras demanda
de divorcio presentada por María en el año 1.932.
En diciembre del año 1.930 participó como
paisano, junto al comandante Ramón Franco, Queipo de Llano y otros militares,
en la fracasada sublevación, de signo republicano, que tuvo su origen en el
Aeródromo de Cuatro Vientos (Madrid), exiliándose a París.
Al proclamarse la II República el 14 de
abril de 1.931 Pablo Rada regresó a España, dedicándose a la política. De ideas
demasiado radicales y revolucionarias, cayó en manos de la justicia debido a
sus actividades ilegales, fue condenado y conducido a la cárcel del Pópulo en
Sevilla.
Al poco tiempo de ingresar en prisión, al
amanecer del día 27 de octubre de 1.931, protagonizaba una fuga, en unión de
los conocidos ladrones apodados “el Mijitas” y “el Potaje”. El plan de fuga se
había fraguado desde hacía algún tiempo, y estaba bien meditado y elaborado.
Desde que llegó a la cárcel, Pablo Rada
gozaba de un trato de favor en el régimen carcelario. Primeramente estuvo
recluido en el departamento de delitos comunes y luego pasó a delitos políticos
por orden del juez. Hacía pocos días sufrió una enfermedad bucal y, desde
entonces, estuvo recluido en una celda próxima a la enfermería.
“El Potaje”, que estaba autorizado para
hacer y repartir el café a los reclusos, pidió permiso para que le ayudara “el
Mijitas”, quien se encargó de llevar el servicio a Rada, puestos ya de acuerdo
los tres para llevar a cabo la evasión.
Reunidos, pues, en la celda de Rada, y
aprovechando que el oficial de guardia se alejaba para recorrer los pasillos,
salieron de la celda y, una vez fuera, Rada y “el Mijitas” abrieron la cancela
general con una ganzúa, y un ventanillo, utilizando una llave, que servía para
introducir los canastos de las viandas.
Saliendo por el ventanillo, llegaron a
otra cancela que, como las anteriores, consiguieron abrir. Al llegar a la
puerta de la cárcel, le dijeron al centinela, quien era novato y desconocía la
forma y régimen del establecimiento, que ya habían cumplido una quincena de
arresto, saliendo tranquilamente a la calle. A Rada le estaba esperando un
automóvil en el Paseo de Colón.
Al regresar el oficial de guardia a la
celda de Rada, se percató de la evasión y dio la voz de alarma, pasándose aviso
inmediatamente al director de la cárcel. Al hacerse una minuciosa inspección se
halló una carta de Rada despidiéndose del director de la cárcel, quien fue
destituido.
La policía trabajaba incesantemente
dentro de Sevilla, practicando registros e interrogatorios, para tratar de
hallar la pista de Pablo Rada, principalmente, y la de sus dos compañeros de
fuga.
En las afueras de Sevilla se registraba
cuidadosamente a cuantos automóviles salían, y se ejercía una estrecha
vigilancia por caminos y carreteras.
Por la Ciudad se hacían comentarios de
todos los gustos, y mayormente se decía que la prisión del Pópulo no reunía las
condiciones adecuadas para albergar presos por su lamentable estado de abandono
y de ruina acentuada, y por los destrozos que causaron las turbas cuando asaltaron
el edificio, a raíz de proclamarse la II República, para poner en libertad a
los reclusos.
Las celdas eran húmedas; no gozaban los
presos de luz natural y estaban hacinados en los departamentos, donde las
condiciones de higiene dejaban mucho que desear.
Tal vez por una confidencia, a los dos
días de la fuga la policía supo que Rada había hallado refugio en una
habitación de alquiler en una casa situada en la calle Laurel número 5. En la
madrugada del día 29 de octubre se montó un servicio de vigilancia, quedando
controladas las salidas y entradas de la mencionada calle.
Alguien manifestó a la policía que en uno
de los pisos del número 5 acababa de entrar un huésped. Procedieron los
policías a registrar la casa indicada, encontrando en una de las habitaciones a
un individuo en el que, desde el primer momento, reconocieron a Pablo Rada que,
tendido sobre la cama se hallaba leyendo. Los policías le preguntaron su nombre
y su profesión, y contesto con mucha tranquilidad:
–Me
llamo Julián Fernández, de profesión mecánico y soy estudiante de ingeniería.
Le pidieron la documentación y Rada,
imperturbable, dijo que no la tenía. Un policía le dijo entonces:
–Bueno;
para qué más tonterías. Ya sabemos quién es usted y venimos a detenerle.
–Estoy
a la disposición de ustedes.
Pablo Rada, después de vestirse, se
entregó sin ofrecer resistencia alguna y, convenientemente custodiado, fue
llevado en un automóvil a la Comisaría de Vigilancia, donde después de prestar
declaración, aceptó fotografiarse con el comisario de policía y los
periodistas, felicitando al comisario por el servicio que habían prestado los
agentes, y le anunció que se escaparía de nuevo en cuanto tuviese ocasión,
aunque solamente le faltase un día para cumplir la condena que le impusiesen.
También fueron detenidas dos mujeres, que
eran las dueñas de la casa, quienes manifestaron que Pablo Rada había sido
llevado allí por una vendedora ambulante que vivía en la calle Correduría.
También fue detenida y confesó que conocía a Rada porque se lo había
recomendado un camarero. El camarero fue detenido en su domicilio,
encontrándosele en su poder numerosas cartas de Rada y un sello de caucho con
el siguiente texto: “Plutarco Espartaco. Grupo Ácrata. Sevilla.”
Hallaron también los policías un revólver
del calibre 9, munición, un carnet de la Confederación Nacional del Trabajo,
dos cartillas militares, un carnet de un sindicato y un pasaporte falso.
Pablo Rada fue trasladado a una prisión
de más seguridad, el penal del Puerto de Santa María (Cádiz).
A las tres y media de la madrugada del
día 19 de mayo de 1.932, se fugaban de la prisión del Puerto de Santa María
Rada y 25 reclusos. La evasión se había llevado a cabo por una galería abierta
desde el amplio patio central.
Una hora más tarde, los vigilantes
observaban que varios presos se escapaban por la misma galería, haciéndoles
varios disparos que le obligaron a detenerse. Efectuado inmediatamente un
recuento, se pudo comprobar que faltaban 26 reclusos, entre ellos Pablo Rada, y
un oficial de la prisión, desconociéndose si éste último era cómplice o si lo
llevaban consigo los evadidos como rehén.
La afirmación general era de que la
galería subterránea abierta debió comenzarse desde el exterior para no infundir
sospechas y poder ocultar la tierra extraída. La galería tenía un metro de
diámetro y catorce de longitud.
La mayoría de los presos fueron
capturados poco a poco, pero esta vez Pablo Rada no fue localizado.
El día 8 de mayo de 1.934, acogiéndose a
los beneficios de una amnistía general, Pablo Rada se presentaba
voluntariamente a las autoridades de Madrid.
Afecto a las izquierdas más extremas se
exilió de nuevo al ser derrocado el régimen republicano por la pérdida de la
guerra civil. Había luchado en calidad de oficial, habiendo llevado a cabo
importantes cometidos. Marchó junto a sus hermanos a Colombia y después a
Caracas, donde permaneció dedicado a la industria.
En 1.964 el Gobierno de España decretó
una amnistía que afectaba a los delitos socio – políticos cometidos entre 1.931
y 1.939. Pablo Rada se acogió a ese decreto y en el año 1.968 regresó a España
con el rango de comandante.
Pablo Rada nació en la localidad de
Caparroso (Navarra), el 30 de junio de 1.901, falleciendo, a causa de un
colapso cardíaco, en el Sanatorio de la Marina de Los Molinos (Madrid), el 18
de mayo de 1.969.
Sus restos fueron enterrados en el
panteón que la Armada tiene en el cementerio de Los Molinos, tras unas
sencillas honras fúnebres, a las que asistieron además de su hermano Tomás y
sus hijos Pablo y María Delia, el coronel médico del sanatorio en
representación de la Armada y un capitán de aviación en representación del
Ejército del Aire.
Pablo Rada sobrevivió a sus tres
compañeros del vuelo del “Plus Ultra” en más de treinta años, pues Juan Manuel
Durán falleció, poco después del famoso vuelo, durante una exhibición aérea en
Barcelona en julio de 1.926, y durante el transcurso de la Guerra Civil
Española Ruiz de Alda en agosto de 1.936 y
Ramón Franco en octubre de 1.938.
El “Plus Ultra” no regresó a España. El
rey Alfonso XIII lo donó a la Armada Argentina, donde sirvió como avión correo
hasta que fue retirado del servicio. Actualmente se exhibe en el Complejo
Museográfico Provincial “Enrique Udaondo” de la ciudad de Luján, en Argentina.
A fines de la década de los ochenta fue
enviado a España para que se le realizara una restauración general, con el
objeto de reeditar la hazaña de 1.926. Sin embargo, el estado del “Plus Ultra”
era tan deficiente que era necesaria una reconstrucción casi completa. Por ese
motivo, se procedió a una restauración general orientada a una exhibición en un
museo.